miércoles, 27 de julio de 2011

Un chiste de Padrinos


No me lo imagino a Grondona en las oficinas de la Anses tramitando su jubilación. Y eso que podría arrogarse el derecho de haber sido el amo de casa desde hace treinta y pico años. No lo veo yendo a hacer cola al banco soportando frío o calor en busca de sus haberes tras una vida de aportes.

Vasco cabeza dura, el viejo no está gagá ni mucho menos y sigue ostentando orgulloso su cinturón de Padrino y su anillo de “todo pasa”.

Irónico, cínico, manipulador o como se lo vea. A meses de la elección para renovar un cargo que ostenta sin mucha oposición sobreviviendo a gobiernos de facto y democráticos y en la que por primera vez estaba en riesgo su continuidad, Don Julio, político de raza al fin, se mandó un chiste digno de Cantinflas, Sandrini o Miguel Del Sel, el mediocre humorista devenido en Pro-político.

Temeroso de que la Asamblea se convirtiera en un mitin de demandas del interior contra el unitarismo de la AFA, el tal Grondona se convirtió de golpe y porrazo en el más Federal de los dirigentes.

Hábil y camaleónico le agrego a tanto adjetivo. Si en la práctica durante tantos años ninguneó al interior, ¿cómo se explica esta sensibilidad repentina por equiparar los derechos de los directamente afiliados con los no afiliados?

¿Cómo se explica viniendo del hombre que mandó al interior al descenso en 1985 con la supresión de los torneos nacionales y la invención del Nacional B?

“No fui yo, fueron los dirigentes”, suele escudarse el hombres en cuestión ante las preguntas incómodas, como bien podría ser alguna de estas.

¿Cómo puede creerse semejante acto de contrición viniendo del pontífice de una estructura vertical como la AFA, con escasa presencia de los dirigentes del interior en las decisiones fundamentales del fútbol argentino? Todo se decide a través del famoso comité conformado por un pensamiento unitario (el síjulismo) por más que se suponga que clubes del interior como Godoy Cruz, Colón u Olimpo entiendan mejor que nadie las necesidades del fútbol del interior, cuestión con la que tengo mis reservas.

El nuevo ardid del zorro Grondona es la metáfora de los chistes de un viejo humorista. Contar una broma a un auditorio complaciente. Los que no conocen el remate se ríen de buena gana. Los que no lo entendieron se ríen a regañadientes y los que conocen el fin del chiste se quedan callados, pero todos sonríen por igual. En definitiva aprobación unánime como desde 1979.

De eso se trata el anteproyecto de la fusión de las categorías. De una idea que le contaron a Grondona, pero que al estilo Landriscina, el Padrino transformó en una historia con tintes risueños donde todos sonríen complacidos, salvo cuatro que se abstuvieron de votar positivamente. ¿Y qué importa? Es cierto que el remate recién se conocerá en octubre, pero ¿alguien duda del resultado?

Y es que además de lanzar el “Mapa del interior” como bandera de plataforma para la reelección hay un detalle no menor: un nuevo y suculento contrato de televisación. La flamante declaración de amor por el interior, alguna empatía por el River y el Huracán descendidos, o la barrera sanitaria ante los eventuales descensos de Boca, San Lorenzo y Racing son meras añadiduras.

El producto fútbol debe seguir dar dividendos para salvar las arcas de clubes bien nacidos, pero mal administrados, con dirigentes golondrinas que se llevaron todo sin rendir cuentas. Y qué mejor que el amo tienda la mano al estilo Marlon Brando o Al Pacino en aquella célebre trilogía de Francis Ford Cóppola.

El viejito que hace rato cuenta con la edad para jubilarse (de privilegio, con total seguridad) se ríe de todos. Su personaje de influyente Padrino XXXII sigue más activo que nunca y ejerciendo su influencia.

Solo el “chiste” de Grondona fue capaz de hacer pasar a un segundo plano el de José Luis Meiszner, mano derecha del mandamás de la calle Viamonte: “Esta nueva estructura de torneo podría bajar el dramatismo”.

Interpretado, suena como que si el resultadismo en el fútbol ya no tiene retorno y por ende se intenta ponerle algo de freno. El despido de Batista da por tierra ese “sólido” argumento. ¿Coherencia? Andá a contársela a Capusotto…