domingo, 17 de abril de 2011

Gringo memorable, Gringo Mémoli

Se entregó al reposo como rara vez lo había hecho en la cancha y en la vida. Ese fatigado corazón que tantas veces latió con la de piqué azul encima, esta vez se tomó un descanso. Fue el domingo 16 de abril de 2006.
Dicen que era un gringo en el sentido más cabal. Visceral y testarudo hasta las últimas consecuencias, capaz de trabar pelotas de las llamadas imposibles.Que se agrandaba con el aliento de sus pares de tribunas y con las puteadas ajenas para llegar hasta el área rival y castigar con centros destinados a delanteros llamados Palavecino, Secundino Benítez o Eusebio Ibáñez.
Quien escribe esto, tiene imágenes difusas de aquellos ricos tiempos futbolísticos que fueron los setenta. Pero tiene grabada a fuego aquellas apiladas de ese diabólico ensortijado, que parecía tener tres pulmones.Hugo Cirilo Mémoli fue azul desde pendejito. Quedó prendado por ser de un barrio leproso y al calor de su barra de amigos que también se haría azul.
"Nosotros jugábamos a la pelota en la Arístides Villanueva y el Gringo, que era el más chiquito nos iba a buscar la pelota cuando se nos iba lejos”, contó alguna vez el Pocho Sosa, uno de sus amigos de siempre.
El tiempo de jugador arrancó en las inferiores de Independiente, claro que su debut en Primera División fue en Deportivo Guaymallén. “Lo mandaron a préstamo allá para que se fogueara. Volvió hecho al club y desde allí jugó hasta el 82”, cuenta Antonio Segundo Vergara, su amigo desde siempre.
“Una vez jugábamos contra Gimnasia. Él tenía muy en claro que lo iban a insultar y preparó una trampita para que dejaran de hostigarlo. Apenas entramos a la cancha empezaron a gritarle: “Burro, burro”. Entonces se levantó la camiseta azul y mostró que debajo tenía la de Gimnasia. Ahí empezaron a cantarle : “Mé-mo-li”. Era fanático de Independiente, pero ese día él les jugó una bromita.
El Gringo vivió sus años más felices como futbolista junto a la Lepra. Se bancaba a gusto que lo tomaran como referencia por aquellos que lo amaban y los que lo odiaban. Sin embargo, esa fama de villano dentro de la cancha no condescendía con su forma de ser fuera de ella.
Pero en el campo de juego hacía de las suyas. Como una vez contra Talleres que a la Lepra le echaron a su arquero y sin cambios posibles Mémoli se puso la número 1. Como en los cuentos de hadas ese "Había una vez", no podía terminar mejor. El Gringo le puso el pecho y las manos a la situación y se atajó el penal.

ESTUDIANTES: DE PICARDÍAS, FÚTBOL Y ACEQUIAS

Ya sea en el contexto de los viejos torneos Nacionales de AFA, en el Nacional B o en los últimos años de Primera División, Estudiantes de La Plata tiene historias curiosas en Mendoza. Desde aquellos recordados partidos ante el Gimnasia y Esgrima del Víctor Legrotaglie hasta los últimos enfrentamientos contra Godoy Cruz, el Pincharrata ha generado anécdotas sabrosas en este lado del mundo que merecen ser repasadas.
De Mendoza hablamos. Tierra de vides y acequias, que Tejada Gómez y Tito Francia supieron retratar en verso y música. Algo en lo que no debe haber reparado uno de aquellos muchachos del plantel de comienzos de los setenta que vino a jugar ante Gimnasia y se cayó a una acequia. Para quienes no lo sepan, se trata de una especie de canal cuya profudidad puede ser hasta de un metro y habitualmente puede arrastrar agua. La acequia suele ser el disparador de cierto mito de que los huarpes (habitantes originarios del lugar) las hicieron para evitar el riego todos los días, aunque más allá del chiste se trata de una original idea para trasformar
a un territorio seco un habitat fértil para el cultivo.
“La verdad es que ninguno de nosotros sabía que era una acequia”, contó alguna vez Carlos Bilardo, referente pincharrata. Uno de los esos jugadores se bautizó en terreno mendocino al caer en una de esas acequias.
de Otra de ese viaje de 1971. En el choque entre Gimnasia y Estudiantes que terminó 2 a 1 para el Lobo (jugado en el estadio Feliciano Gambarte de Godoy Cruz), hubo un duelo especial entre Legrotaglie y Pachamé, símbolo de aquel duro equipo. El Pacha, furioso ante el toque gimnasista, quiso prepotear al Víctor que no contestó con violencia sino con fútbol: esperó que Pachame viniera en su búsqueda y con precisión apuntó a la cabeza del jugador y le hizo rebotar el balón en la frente.
Por aquellos años Estudiantes arrastraba la fama de ser un elenco que apelaba con frecuencia a los recursos ilícitos para conseguir sus propósitos en la cancha. Se decía que usaban alfileres o que le tiraban tierra en los ojos a los rivales, entre otros ilícitos. Mucho habían contribuido para ello dos choques violentos, ante Racing y el Milan a fines de los 60. Ese tipo de prejuicios hacía que Estudiantes fuera catalogado como un exponente del antifútbol. Acaso ese prejuicio hizo que el abogado mendocino Gómez Chavero se presentara de oficio en un juzgado al escuchar por radio que los jugadores Frassoldati y López agredieron a Reggi y Letanú, de Gimnasia, en un duelo de 1975. Ambos fueron sobreseídos.
(dirigió a San Martín) y Leo Ramos (uruguayo, jugó en Independiente En 1994 una constelación pincha vino a enfrentar a Godoy Cruz por el Nacional B. La Brujita Verón, Calderón y Capria le ganaron el duelo al Tomba con gol de Manuel Aguilar, tras un fortísimo remate de La Brujita que no pudo retener el arquero Christian Corrales. De ese equipo, varios jugadores tendrían relación directa con el fútbol mendocino: El Chocho Llop (dirigió a Godoy Cruz), José María MartínezRivadavia). Acaso lo mejor de esta historia está en que muchos años después un hijo de estas tierras como Enzo Pérez (como antes José Daniel Ponce y Rubén José Agüero) se convirtió en un referente del Pincha que ganó la Copa Libertadores y fue subcampeón del Mundial de Clubes en 2009.

CUATRO PIROPOS Y UN ARRESTO


En 1976, cuatro jugadores de Vélez Sarsfield fueron detenidos en Mendoza por “piropear” a una mujer policía. Sin dudas que el arresto de cuatro futbolistas profesionales en plena calle hoy sería la comidilla ideal de los programas nauseabundos.
Pero claro, en el contexto de 1976, el hecho pasó a ser insignificante en el escenario de una represión sangrienta y de censuras impuestas o autoimpuestas.
Era el 23 de setiembre de aquel mencionado año. El plantel de Vélez, que había llegado a Mendoza por la tarde para enfrentarse al día siguiente con Atlético San Martín, por el Torneo Nacional, pidió permiso para salir a pasear por las calles del centro hasta cerca de la hora de la cena.
Hugo Iervasi, Pedro Omar Roldán, Manuel Santillán y Armando Ignacio Quinteros, futbolistas del plantel velezano, sólo alcanzaron a recorrer cuatro cuadras desde el hotel Balbi, en el que se alojaban. Porque en plena calle San Martín, entre Gutiérrez y Necochea, fueron detenidos por la policía y derivados a la seccional Primera (Mitre, entre Las Heras y General Paz).
El cargo fue “mofa del personal policial femenino”, aunque lo que se comentaba era que los jugadores habían “piropeado” a una mujer policía.
A los futbolistas les fue aplicado el artículo 43 del Código de Faltas provincial y quedaron a disposición de un juez. Por la contravención podían recibir hasta tres días de arresto o una multa.
Finalmente, cerca de las 23, cuatro horas después de la detención, los futbolistas fueron liberados previo pago de la multa. Al otro día debieron ir a declarar al juzgado.
Por la noche, Roldán y Santillán no parecieron muy afectados por el asunto. El primero marcó dos goles y el otro uno para la igualdad de 3 a 3 entre Vélez y San Martín.