martes, 30 de noviembre de 2010

El PRODE no se mancha



El plantel de Racing de Córdoba se sacó el PRODE en 1984 acertando su propio triunfo ante Ferro. Pero lo que ganaron fue exiguo.


Quizás en su afán de federalizar el fútbol, el desmilitarizado ATC (hoy la Televisión Pública) sólo transmitía los encuentros de los equipos del interior que por entonces participaban en la primera división del fútbol argentino, léase Talleres, Instituto, Rosario Central, Newell’s y Racing de Córdoba. Hablamos de los primeros capítulos de 1984, en el que la democracia gateaba y apenas decía ajó ajó.
En aquellos domingos de TV, era factible encontrarse con más de un bluff futbolístico teniendo en cuenta que los equipos mencionados no peleaban la punta ni nada que se le parezca aquella temporada. La cosa cambiaba cuando era Argentinos Juniors (el mejor elenco de ese año) el que aparecía en pantalla jugando contra alguno de los del interior.
En ese contexto se dio el encuentro que recordamos en nuestro Pisa de hoy. Cuando Racing de Córdoba visitó a Ferro Carril Oeste, quien sería el vicecampeón en aquel torneo.
En el televisado de aquel domingo 6 de mayo, la Academia de Nueva Italia recibía en el estadio de Instituto al Ferro que conducía Carlos Timoteo Griguol desde afuera y por el Beto Márcico desde adentro.

era un empate clavado
Por los méritos de uno y otro elenco el 1 a 1 estaba pintado.
No había muchos matices en cuanto al desarrollo de juego y los merecimientos eran relativos.
Claro que faltando tan poco para el final sucedió lo que tantas veces ha ocurrido en algún encuentro: un tiro libre a favor, un buen ejecutor y el gol que otorga el triunfo.
En efecto, Racing de Córdoba fue el acreedor de un remate a favor cercano al área, y su mejor hombre, Roberto Pato Gasparini, le puso tiza a su ejecución.
Fue gol, claro. Desde que el fútbol se precia de tal, cualquier tanto se festeja y más si se trata de uno que sirve para el triunfo. Pero todos los televidentes de aquel choque de La Docta no terminaban de entender por qué tanta efusividad en aquel festejo. Era como si se hubiera ganado un título y eso era imposible. Recién era la sexta fecha...
Llantos, abrazos, piñas al aire y besos a Dios y a todos los santos era la comunión de todos los hombres de casaca albiceleste. Los de verde, miraban extrañados. ¿Tanta efusividad por un gol pedorro?, se preguntaban.
Algo ocurría, pero nadie se imaginaba el mar de fondo.

todo por una tarjeta
Horas antes de ese pleito entre Racing y Ferro, ya se conocía que el San Lorenzo del Bambino Veira le había ganado 4 a 3 a Platense, que el Boca del Loco Gatti y el Cabezón Ruggeri caía 2-0 contra Talleres, en Córdoba, y que el River de Cubilla, Francescoli y el repatriado Beto Alonso empataba 1-1 con Atlanta.
Roberto Gasparini había escuchado todo eso por la radio e iba sopesando cada resultado con la boletita que tenía en sus manos.
“¡Muchachos, tenemos doce puntos, si ganamos esta noche ganamos el PRODE!”, gritó el Pato a sus compañeros.
Fue una conmoción. Faltaba un rato para que jugaran ante Ferro y los cordobeses se salían de la vaina.
Faltaban apenas seis minutos para el final. Ferro se conformaba con el empate y Racing enloquecía por un triunfo. Hasta que llegó el tiro libre.
“Al pararme frente a la pelota sólo intenté pensar en que se metiera en el arco y no en la plata que podíamos ganar", rememoró el Pato Gasparini.
Pateó. La pelota pasó la barrera, picó y se metió. “Cuando el Pato convirtió –contó su compañero Humberto Bravo–, lo abrazamos como si fuera el Diego después del gol a los ingleses. Parecía que habíamos salido campeones del mundo".
En el estadio nadie entendía nada. Los jugadores se abrazaban, lloraban y corrían como furia. “Yo estaba en la cabina y me preguntaba por qué festejaban tanto –recordó Enrique Macaya Márquez–. Al final nos enteramos porque en las notas varios jugadores contaron que habían sacado el PRODE".
Esa noche todo el plantel fue a comer a una parrilla. Los abrazos iban y venían. ¿Cuántos serían los afortunados con 13 puntos? ¿Cuánta plata ganarían? ¿Cuánto cambiaría sus vidas después de pegar el PRODE?, era la inquietud de la mayoría del plantel.
“Al otro día –recuerda Gasparini– me levanté temprano y me comentaron que ya había un ganador en barrio Patricios. Me hice la idea de que serían varios y luego escuché la noticia en la radio".
La noticia que Gasparini escuchó era que 94 tarjetas habían acertado los 13 puntos. “Repartimos la plata entre los 30 y pico que formábamos el plantel. Lo que cobramos apenas nos alcanzó para cubrir los gastos de la cena de la noche anterior".

domingo, 7 de noviembre de 2010

Aquellos hombres de piel naranja



Piel Naranja era el nombre de una novela muy celebrada en la Argentina de los setenta.
Protagonizada por Marilina Ross, Raúl Rossi y el guaraní Arnaldo André, planteaba un guión osado para la época: un triángulo amoroso fatal que dio mucho que hablar en aquellos tiempos.
Tanto como la canción que se popularizara con aquel envío. Quereme que tengo frío se llamaba la composición de María Celina Parrondo, verdadero nombre de Marilina Ross, que nada tiene que ver con Jaime Ross, al decir de Diego Capusotto.
Este corolario sirve para contar que una década después hubo quienes plantearon una cuestión de privilegio en esto de los amores. Y entre gritos de goles albiverdes, albirrojos y negros y amarillos, unos muchachos de piel naranja también ejercieron su derecho a gritar los suyos en este inmenso barrio que es el Este mendocino.

Y LA NARANJA SALIO CAMPEÓN
El domingo pasado el pueblo rivadaviense tuvo uno de sus momentos de mayor gloria deportiva.
Como los de aquellos equipos desbordantes de fútbol y nombres léase: Héctor Pitarch, Antonio y Robindo Payero, El Chancha González, Enzo y Rolando Storani, Ariel Boldrini, Luis Pallero, Jorge Pereyra, David Giusfredi, José Méndez Souza, Luis Farina, Santiago Maryllack, el Pato Lezcano, el Pelado Berrocal, Aldo Tieppo e Iván Sáez.
Y con el recordado Hugo Norberto Coria, la joya más preciada de ese Naranja que en los ochenta se metió varias veces en definiciones y estuvo ahí de cosechar su primer título.
Los goles del Pampero lo llevaron por Atlético San Martín, Gimnasia y Esgrima, Independiente Rivadavia y luego al fútbol de Costa Rica.
El eslabón perdido de aquella impronta rivadaviense lo recogieron estos nuevos hombres de piel naranja, como los de entonces. La nueva generación –dígase el Huevo Castro, Zafarana y Falcone, entre otros– encontró su lugar en el mundo en el Centro Deportivo Rivadavia.
Aquellos naranjos se hicieron bosque florido. Para proseguir una dulce historia que arrancó con un equipo que hizo una gran campaña en el torneo del interior a comienzos de año y sumó su primera estrella en la Liga Mendocina a fines de este 2010. (fotos gentileza David Giusfredi)

LA NOCHE DEL PAMPERO
La pauta de lo competitivo que era el fútbol mendocino 25 atrás, lo daba que la selección que enfrentó a argentina el 28 de febrero de 1985, estaba conformada por jugadores de la mayoría de los clubes de la Liga. Entre ellos, el Pampero Coria. Además Reggi y Alberto Rodríguez (Argentino), Murcia, Álvarez, Scatolaro y Fóppoli (Maipú), Ciriaco Zapata (Godoy Cruz), Carlos Rodríguez, Carlos Rojas, Raúl Zolorza y Oscar Quintana (Gimnasia), Juan Carlos Cabrera (Independiente), Domingo Arce (San Martín); Nicolás Matricardi (Palmira). Aquella selección mendocina mereció ganarle a la de Bilardo.
El partido pergeñado para ayudar a los damnificados del sismo del 26 de enero en Mendoza resultó muy atractivo. Los menducos encararon el pleito con una actitud profesional que sorprendió a los displicentes hombres de Bilardo. El sanjuanino Rodríguez y el Pampero Coria armaron un jugadón que culminó en un gol de taco del primero. Si bien después los albicelestes dieron vuelta el marcador (solo una anécdota) quedó la impresión de que Mendoza fue mucho más. Posteriormente Oscar Ruggeri y Ricardo Gareca, jugadores de esa Selección nacional, les reprocharon a Pichón Rodríguez y Carlos Rojas, a quienes conocían de las inferiores de Boca, que se hubieran tomado en serio ese compromiso. "Che, para qué metieron tanto si nosotros solo vinimos a ayudarlos", dijo el Cabezón Ruggeri, según contó años después Alberto Horacio Rodríguez.