miércoles, 15 de diciembre de 2010

La extraña pareja entre Asad-Dirigentes de Godoy Cruz


“Vengo a pelear arriba”, dijo el Turco en su arribo a la institución, luego de dejar el banco de la Tercera de Vélez. Aquel comentario que resultó hilarante para muchos, pasó a ser un lema que se iba haciendo real y palpable a medida que las fechas transcurrían.

Omar Asad, sin la verba florida de Cappa, Menotti o Valdano, pero con el ojo avizor que se requiere para ponerse al frente de un equipo, sacó a la luz lo mejor del Godoy Cruz equipo.

Hagamos memoria y balance. El año pasado, cuando la dirigencia del Tomba despedía a Enzo Trossero por los malos resultados, pocos esbozaron entonces la teoría del contrato incumplido, ni tampoco hubo voces de protesta o rasgamientos de vestiduras por la interrupción de un proceso de trabajo. El otrora caudillo de la defensa de Independiente de Avellaneda terminó yéndose por la puerta de atrás del Malvinas, con escasos puntos y sin encontrarle la vuelta a jugadores que lejos de ser figuras de renombre, podían ser piezas valiosas en la cancha si se los sabía ordenar en conjunto.

También le cupieron las generales de la ley a Diego Cocca; mientras duró la bonanza le devolvió el protagonismo al Expreso y lo salvó del descenso. En la malaria, sufrió el exilio de los malos resultados.

Asad, un claro acierto de la directiva tombina que confió en un nombre con más antecedentes como jugador que técnico, se fue del club al pedir un considerable aumento que la dirigencia no estaba dispuesta a otorgar.

El ex entrenador del Tomba se movió en sintonía, con la misma lógica que impera en la Argentina resultadista, en la que también Godoy Cruz se mueve: si te toca irte cuando los resultados no se dan ¿el parangón no sería una mejora en el sueldo cuando tu trabajo se ve reflejado en la tabla de posiciones?

En un breve repaso vemos algunos de los logros de la era Asad: recuperó a Jairo Castillo cuando ni los propios directivos confiaban en él, contribuyó a que David Ramírez recibiera su nuevo bautismo. Y que de ser el flaco pasara a ser el “Mago”. Ariel Rojas encontró el respaldo necesario para sentirse importante, tanto que llegó a la Selección argentina.

Su idea de buen juego se hizo carne en un plantel que no cotizaba en bolsa en el mercado persa que es hoy el fútbol argentino, pero con el que encontró resultados que lo depositaron en la experiencia inédita de ingresar a la Copa Libertadores de América.

Seguro que son los futbolistas quienes ganan y pierden partidos, pero si hay un lenguaje claro y cambios acertados desde un banco, todo se facilita.

Nobleza obliga: la mayoría de los jugadores no los trajo Asad sino la dirigencia por recomendación de Daniel Oldrá. Pero si hoy Godoy Cruz disfruta de la alta cotización futbolística y financiera de muchos de sus players se debe en gran parte a la mano de ese Gordo, que hasta la última fecha recibía el “Olé Olé Turco, Turco”, que bajaba desde las tribunas.

Obviamente que cada quien hace lo que quiere con sus cuentas. Y Godoy Cruz desde que está la actual dirigencia, rara vez se movió de su presupuesto llámese el entrenador Luis Blanco, Rubén Agüero, Ribolzi, Troglio, Llop, Oldrá, Cocca, Batista o Trossero. Ha sido coherente en manejar sus números con el mismo rigor que en el caso Asad. Puede entenderse esa necesidad de cuidar las finanzas y el temor de no querer hipotecar el club.

¿Pero era una hipoteca o un redoble de apuesta, si al frente del proyecto estaba el entrenador más glorioso de su historia reciente, con el que se aprestaba a cumplir su sueño más preciado, el de jugar la Copa Libertadores?

martes, 30 de noviembre de 2010

El PRODE no se mancha



El plantel de Racing de Córdoba se sacó el PRODE en 1984 acertando su propio triunfo ante Ferro. Pero lo que ganaron fue exiguo.


Quizás en su afán de federalizar el fútbol, el desmilitarizado ATC (hoy la Televisión Pública) sólo transmitía los encuentros de los equipos del interior que por entonces participaban en la primera división del fútbol argentino, léase Talleres, Instituto, Rosario Central, Newell’s y Racing de Córdoba. Hablamos de los primeros capítulos de 1984, en el que la democracia gateaba y apenas decía ajó ajó.
En aquellos domingos de TV, era factible encontrarse con más de un bluff futbolístico teniendo en cuenta que los equipos mencionados no peleaban la punta ni nada que se le parezca aquella temporada. La cosa cambiaba cuando era Argentinos Juniors (el mejor elenco de ese año) el que aparecía en pantalla jugando contra alguno de los del interior.
En ese contexto se dio el encuentro que recordamos en nuestro Pisa de hoy. Cuando Racing de Córdoba visitó a Ferro Carril Oeste, quien sería el vicecampeón en aquel torneo.
En el televisado de aquel domingo 6 de mayo, la Academia de Nueva Italia recibía en el estadio de Instituto al Ferro que conducía Carlos Timoteo Griguol desde afuera y por el Beto Márcico desde adentro.

era un empate clavado
Por los méritos de uno y otro elenco el 1 a 1 estaba pintado.
No había muchos matices en cuanto al desarrollo de juego y los merecimientos eran relativos.
Claro que faltando tan poco para el final sucedió lo que tantas veces ha ocurrido en algún encuentro: un tiro libre a favor, un buen ejecutor y el gol que otorga el triunfo.
En efecto, Racing de Córdoba fue el acreedor de un remate a favor cercano al área, y su mejor hombre, Roberto Pato Gasparini, le puso tiza a su ejecución.
Fue gol, claro. Desde que el fútbol se precia de tal, cualquier tanto se festeja y más si se trata de uno que sirve para el triunfo. Pero todos los televidentes de aquel choque de La Docta no terminaban de entender por qué tanta efusividad en aquel festejo. Era como si se hubiera ganado un título y eso era imposible. Recién era la sexta fecha...
Llantos, abrazos, piñas al aire y besos a Dios y a todos los santos era la comunión de todos los hombres de casaca albiceleste. Los de verde, miraban extrañados. ¿Tanta efusividad por un gol pedorro?, se preguntaban.
Algo ocurría, pero nadie se imaginaba el mar de fondo.

todo por una tarjeta
Horas antes de ese pleito entre Racing y Ferro, ya se conocía que el San Lorenzo del Bambino Veira le había ganado 4 a 3 a Platense, que el Boca del Loco Gatti y el Cabezón Ruggeri caía 2-0 contra Talleres, en Córdoba, y que el River de Cubilla, Francescoli y el repatriado Beto Alonso empataba 1-1 con Atlanta.
Roberto Gasparini había escuchado todo eso por la radio e iba sopesando cada resultado con la boletita que tenía en sus manos.
“¡Muchachos, tenemos doce puntos, si ganamos esta noche ganamos el PRODE!”, gritó el Pato a sus compañeros.
Fue una conmoción. Faltaba un rato para que jugaran ante Ferro y los cordobeses se salían de la vaina.
Faltaban apenas seis minutos para el final. Ferro se conformaba con el empate y Racing enloquecía por un triunfo. Hasta que llegó el tiro libre.
“Al pararme frente a la pelota sólo intenté pensar en que se metiera en el arco y no en la plata que podíamos ganar", rememoró el Pato Gasparini.
Pateó. La pelota pasó la barrera, picó y se metió. “Cuando el Pato convirtió –contó su compañero Humberto Bravo–, lo abrazamos como si fuera el Diego después del gol a los ingleses. Parecía que habíamos salido campeones del mundo".
En el estadio nadie entendía nada. Los jugadores se abrazaban, lloraban y corrían como furia. “Yo estaba en la cabina y me preguntaba por qué festejaban tanto –recordó Enrique Macaya Márquez–. Al final nos enteramos porque en las notas varios jugadores contaron que habían sacado el PRODE".
Esa noche todo el plantel fue a comer a una parrilla. Los abrazos iban y venían. ¿Cuántos serían los afortunados con 13 puntos? ¿Cuánta plata ganarían? ¿Cuánto cambiaría sus vidas después de pegar el PRODE?, era la inquietud de la mayoría del plantel.
“Al otro día –recuerda Gasparini– me levanté temprano y me comentaron que ya había un ganador en barrio Patricios. Me hice la idea de que serían varios y luego escuché la noticia en la radio".
La noticia que Gasparini escuchó era que 94 tarjetas habían acertado los 13 puntos. “Repartimos la plata entre los 30 y pico que formábamos el plantel. Lo que cobramos apenas nos alcanzó para cubrir los gastos de la cena de la noche anterior".

domingo, 7 de noviembre de 2010

Aquellos hombres de piel naranja



Piel Naranja era el nombre de una novela muy celebrada en la Argentina de los setenta.
Protagonizada por Marilina Ross, Raúl Rossi y el guaraní Arnaldo André, planteaba un guión osado para la época: un triángulo amoroso fatal que dio mucho que hablar en aquellos tiempos.
Tanto como la canción que se popularizara con aquel envío. Quereme que tengo frío se llamaba la composición de María Celina Parrondo, verdadero nombre de Marilina Ross, que nada tiene que ver con Jaime Ross, al decir de Diego Capusotto.
Este corolario sirve para contar que una década después hubo quienes plantearon una cuestión de privilegio en esto de los amores. Y entre gritos de goles albiverdes, albirrojos y negros y amarillos, unos muchachos de piel naranja también ejercieron su derecho a gritar los suyos en este inmenso barrio que es el Este mendocino.

Y LA NARANJA SALIO CAMPEÓN
El domingo pasado el pueblo rivadaviense tuvo uno de sus momentos de mayor gloria deportiva.
Como los de aquellos equipos desbordantes de fútbol y nombres léase: Héctor Pitarch, Antonio y Robindo Payero, El Chancha González, Enzo y Rolando Storani, Ariel Boldrini, Luis Pallero, Jorge Pereyra, David Giusfredi, José Méndez Souza, Luis Farina, Santiago Maryllack, el Pato Lezcano, el Pelado Berrocal, Aldo Tieppo e Iván Sáez.
Y con el recordado Hugo Norberto Coria, la joya más preciada de ese Naranja que en los ochenta se metió varias veces en definiciones y estuvo ahí de cosechar su primer título.
Los goles del Pampero lo llevaron por Atlético San Martín, Gimnasia y Esgrima, Independiente Rivadavia y luego al fútbol de Costa Rica.
El eslabón perdido de aquella impronta rivadaviense lo recogieron estos nuevos hombres de piel naranja, como los de entonces. La nueva generación –dígase el Huevo Castro, Zafarana y Falcone, entre otros– encontró su lugar en el mundo en el Centro Deportivo Rivadavia.
Aquellos naranjos se hicieron bosque florido. Para proseguir una dulce historia que arrancó con un equipo que hizo una gran campaña en el torneo del interior a comienzos de año y sumó su primera estrella en la Liga Mendocina a fines de este 2010. (fotos gentileza David Giusfredi)

LA NOCHE DEL PAMPERO
La pauta de lo competitivo que era el fútbol mendocino 25 atrás, lo daba que la selección que enfrentó a argentina el 28 de febrero de 1985, estaba conformada por jugadores de la mayoría de los clubes de la Liga. Entre ellos, el Pampero Coria. Además Reggi y Alberto Rodríguez (Argentino), Murcia, Álvarez, Scatolaro y Fóppoli (Maipú), Ciriaco Zapata (Godoy Cruz), Carlos Rodríguez, Carlos Rojas, Raúl Zolorza y Oscar Quintana (Gimnasia), Juan Carlos Cabrera (Independiente), Domingo Arce (San Martín); Nicolás Matricardi (Palmira). Aquella selección mendocina mereció ganarle a la de Bilardo.
El partido pergeñado para ayudar a los damnificados del sismo del 26 de enero en Mendoza resultó muy atractivo. Los menducos encararon el pleito con una actitud profesional que sorprendió a los displicentes hombres de Bilardo. El sanjuanino Rodríguez y el Pampero Coria armaron un jugadón que culminó en un gol de taco del primero. Si bien después los albicelestes dieron vuelta el marcador (solo una anécdota) quedó la impresión de que Mendoza fue mucho más. Posteriormente Oscar Ruggeri y Ricardo Gareca, jugadores de esa Selección nacional, les reprocharon a Pichón Rodríguez y Carlos Rojas, a quienes conocían de las inferiores de Boca, que se hubieran tomado en serio ese compromiso. "Che, para qué metieron tanto si nosotros solo vinimos a ayudarlos", dijo el Cabezón Ruggeri, según contó años después Alberto Horacio Rodríguez.

viernes, 15 de octubre de 2010

Sperdutti ves Sperdutti: el día que Carlos derrotó a su hermano Omar


Calentones, verborrágicos, frontales e intempestivos. Bien gringos, si cabe la expresión.
Podría escribirse un libro con los cientos de anécdotas que cuentan en su haber los hermanos Sperdutti desde que su apellido está vinculado al fútbol. Es inevitable que al nombrarlos se los vincule con la historia reciente del Deportivo Maipú. Claro, Carlos César Sperdutti es el entrenador del club casi desde el mismo momento que Omar Higinio es el presidente. Ambos desde hace varios años transitan juntos la vida institucional y deportiva del club Cruzado y han contribuido al resurgimiento futbolístico del club mendocino que los llevó desde la Liga hasta el Torneo Argentino A.

Pero mucho antes de que ello ocurriera, hay una curiosa historia para rememorar. Tiene que ver con Carlos y Omar estuvieron enfrentados en un campo de juego.

Para ello remontémosnos al 28 de noviembre de 1993. Se disputaba el torneo de Primera B mendocina y Carlos César Sperdutti dirigía al Cruzado y Omar Higinio era el presidente y técnico de Santa Unión, del distrito maipucino de Lunlunta, un club que tuvo un paso efímero y luego se extinguió. Un gustazo que Omar se daba.

Los de Omar recibían en su cancha a los de Carlos y ambos equipos tenían 21 unidades y estaban un punto de Gutiérrez y Palmira, los líderes del certamen. La derrota de alguno de los dos virtualmente significaría comenzar a despedirse del título a tan solo tres fechas del final.
Pues bien, aquel día Carlos César Sperdutti le ganó a su hermano Omar Higinio. O a sus hermanos, porque Luis, el menor, jugaba para Santa Unión. Deportivo Maipú se impuso por 2 a 1.
Fue una tarde bien sperduttiana. El árbitro Daniel Páez expulsó a cinco jugadores de Santa Unión (entre ellos a Luis Sperdutti) que de esa forma quedó en inferioridad numérica y el partido fue suspendido. Omar, quien en el entretiempo había increpado duramente al árbitro, volvió a cargar sobre el colegiado cuando ya el partido se había interrumpido.

“Vos sos de Palmira y como el próximo domingo jugamos con ellos, nos echás tantos jugadores”, le dijo el DT –según consigna el Diario Uno en su crónica de aquel partido– al cuestionado juez Páez.

“Santa Unión, tocado en su orgullo, reaccionó pero no con fútbol. Sus armas para contrarrestar a Maipú fueron desleales. Infracciones por doquier y fricciones permanentes en todos los puntos de la cancha obligaron al árbitro a tomar las medidas del caso”, remarca la crónica de Uno.
Lo cierto es que Maipú sacó a Santa Unión de la lucha por el título. Sin cinco de sus titulares, cayó en sus dos partidos restantes (entre ellos con Palmira) y Maipú, al cabo de tres fechas fue el campeón y retornaba a Primera A.

Años después la historia los juntaría para el mismo lado: el Deportivo Maipú. Pero aquel partido entre Carlos y César, o entre el Cruzado y Santa Unión, fue un hito histórico en aquel pueblo de Bodegas.

miércoles, 6 de octubre de 2010

Cuando Michael Jackson jugaba para Huracán Las Heras


“¡Qué igualito que sos a Michael Jackson!”

Aquel delantero veloz y habilidoso del Huracán Las Heras ochentoso, llamado Ricardo Raúl Lucero ya estaba curado de espanto con la comparación.
De alguna manera se había acostumbrado a las cargadas por aquella analogía con el recientemente fallecido rey del pop quien hacía furor en esos años con el disco Thriller.
En la cancha hasta los mismísimos hinchas del Globito se hacían eco de la comparación. “Bien Maiquel”, le gritaban los por entonces Pumas del Norte, cuando por la derecha el Richi metía freno y gambeta ante férreos marcadores de época llamados Cuta Morán, Oso Pereyra, Agustín Emilio Lucero, Miguel Ángel Pascualetto, el Diablo Millán o el Repollo García.
No solo eso. En los boliches, no faltaba quien quisiera hacerse el gracioso y organizara una rueda para que Richi parodiara al por entonces morocho Michael Jackson, con el característico pasito.
Ricardo Raúl Lucero, era un producto genuino de Huracán Las Heras.
Debutó de muy joven en un equipo que peleó varios años el título de la Liga Mendocina hasta que pegó el grito por primera vez en 1984. Eran tiempos en que los certámenes locales desbordaban de jerarquía y Huracán era un gran protagonista.
Su buena performance hizo que Gimnasia lo convocara a jugar el Torneo Nacional de 1984, donde jugó siete partidos en un equipo en el que brillaban Juan Gilberto Funes y el sanjuanino Carlos Rodríguez.
En 1985, disputó su segundo Nacional, esta vez junto a Huracán, donde jugó siete encuentros. Conformó el ataque junto a Mario Miliki Moyano y Oscar Pinino Más.
En el famoso partido en Río Cuarto en que el Globito fue eliminado por penales con San Lorenzo, fue expulsado por pelearse con Jorge Higuain, padre del atacante del Real Madrid.
Luego de un fugaz paso por Cicles Club Lavalle, Ricardo Lucero se retiró en su querido Globito a comienzo de los noventa. Hoy está alejado del fútbol, pero para los memoriosos queda el recuerdo de sus gambetas y de cuando era el Michael Jackson del fútbol local.

jueves, 30 de septiembre de 2010

El día que Sheriff disparó a matar


Fue casi un renunciamiento histórico. Porque se trató de uno de los primeros forúnculos que estallaban en los contubernios del grondonismo afista. Y peor aún, lo hizo dando un portazo, como para que sus denuncias hicieran mayor ruido aún.
Un 29 de setiembre de hace doce años, Javier Castrilli estaba en su apogeo como árbitro.
Era un referente en tiempos en que sus nuevos colegas ya no usaban indumentaria toda de negro, sino que el color comenzaba a predominar.
Diez años atrás, cuando Internet comenzaba a dar sus primeros ajó, ajó, los lectores de diarios se anoticiaron a la mañana siguiente sobre los pormenores de un apriete y una posterior traición.
En definitiva, era la crónica de una despedida anunciada...

castrilli card
El tema trajo bastante cola en esos tiempos. Pese a que se trataba de un secreto a voces, nadie se había atrevido a blanquearlo.
El apodado Sheriff denunció que un grupo de referíes le había comentado sobre la bajada de línea que les había dado Jorge Romo, el titular del Colegio de Árbitros.
“Dice que tenemos que amonestar y expulsar menos, y que tengamos en cuenta el color de la camiseta, si no nos baja de categoría”, escuchó Castrilli, vía telefónica, de uno de sus discípulos, hombre de una tonada inconfundible.
Castrilli encabezó la cruzada revolucionaria. En ese afán de comportarse como un verdadero sheriff fue ampuloso, pero sus denuncias merecían ser investigadas.
La gravedad de sus dichos rodaron como una bola de nieve y tuvieron una reacción contraria. Las víctimas pasaron a ser victimarios y la mayoría de los supuestos testigos de la apretada de Romo firmaron una nota negando todo. Algo que en criollo se le llama traición.
Se dijo de todo, hasta que el personaje se lo había devorado y quería dedicarse a la política, como si eso tuviera algo de malo. Con ello contribuyó parte de la prensa que solía pegarle bastante al árbitro “porque arruinaba los espectáculos”.
Hasta el vozarrón de Grondona lo trataba de desequilibrado.
Sin más ánimos para discutir se bajaba del referato. Así de simple. Quedaba su impronta de juez que hacía cumplir la ley sin contemplación de casacas. Era reglamentarista a ultranza. Si lo sabrán aquellos jugadores a los que les hacía repetir un tiro libre hasta que la barrera ya no se adelantara. O los que pegaban de atrás.
Técnicamente podía tener defectos, pero nadie podía dudar que su honestidad hizo escuela.

martes, 14 de septiembre de 2010

El vasco que unió a su colectividad


Podremos encontrar palabras diferentes y que expresen un mismo concepto; pero rindámosle tributo nomás a aquel que alguna vez sintetizó como ninguno el poder de la comunicación, al decir que una imagen vale más que mil palabras.
Y sino habría que preguntarle a los tantos fotógrafos-ocasionales o no- que cámara en mano hicieron click en el momento justo para dejar rubricadas para la posteridad imágenes que expresan mucho más que un discurso.
A Peter Korda por ejemplo que captó al revolucionario Ernesto Che Guevara con la mirada hacia la nada.
O a aquel hombre de prensa que en la guerra de Vietnam utilizó justo su cámara cuando un soldado del Vietcong era asesinado de un tiro en la sien por un general llamado Loan.
Un poco más distendidos hay imágenes que también forman parte de la iconografía del arte y el deporte, gracias a la mirada de un trabajador de prensa que hizo click cuando su olfato periodístico así lo dispuso.
De alguna manera ese podría ser el caso de Inaxio Kortabarria Abarrategui.

un hecho histórico
Para quienes no lo sepan se trata de uno de los ídolos del club Real Sociedad de España. Jugó desde 1971 hasta 1985 donde obtuvo dos títulos de la Liga de 80/81 y 81/82.
Además de vestir la casaca de club vasco jugó con la roja de España en cuatro ocasiones.
Inaxio Kortabarria Abarrategui tiene un vínculo interesante con la Argentina, porque tiene parientes en nuestra provincia.
Y aquí viene el núcleo central de esta historia. Hace poco una prima suya, la señora Marta Castro de Sosa fue a visitar a sus lejanos parientes en el País Vasco. Allí tomó contacto con su primo Inaxio, quien le entregó una foto que según le dijo “puede tener alto valor para la comunidad vasca de la Argentina”.
Pues bien, gracias a Marta lectora de nuestro diario, pudimos saber sobre el hecho histórico del que fue partícipe Kortabarria en 1976 y que quedó rubricada en la foto que ilustra nuestra nota y él considera que tiene valor de difusión.
La foto corresponde al 5 de diciembre de 1976 durante la previa de un clásico entre la Real Sociedad y el Athletic de Bilbao. Eran tiempos de pos franquismo- cabe recordar que el tirano Francisco Franco había muerto en 1975- y las distintas regiones que componían España comenzaban a promover la autonomía de sus regiones. Claro que tanto las manifestaciones como los estandartes regionales continuaban prohibidos.
Rompiendo las prohibiciones dicho día, Inaxio Kortabarria Abarrategui de la Real Sociedad y el capitán del Bilbao José Ángel Iribar, ingresaron al césped del Estadio de Atotxa portando una ikurriña. Como dijimos esta bandera era todavía ilegal y la foto de ambos capitanes portando la enseña vasca se convirtió en un importante icono de la Transición en el País Vasco y un importante hito en el proceso de legalización y aceptación de ese símbolo.
“Quiero que esta foto se la acerques a un centro vasco, yo se lo que te digo”, pidió expresamente Inaxio a su prima de Mendoza.
Así dimos con esta fotografía. Una imagen de un hecho histórico para el pueblo vasco, luego de tantos años de padecimientos. El fútbol se unía a una causa común. E Inaxio Kortabarria mucho tuvo que ver con ello.

martes, 31 de agosto de 2010

Luz, cámara y acción a 10 rounds


Mucho antes que el término mediático formara parte de los vocablos naturales del Siglo XXI, el deporte y particularmente el boxeo disparó a personajes que supieron combinar muy bien su presencia en los ring side con los de la exposición pública.
Juguemos en el túnel del tiempo.
¿Se imaginan a un Cassius Clay o a un Oscar Natalio Bonavena hoy?
Si en tiempos donde Internet podría haber sido el nombre ideal para un juego infantil, los tipos armaban un circo bárbaro para promocionar sus peleas y asegurarse salas llenas, es de suponer que la tendrían clara en sacar provecho de los actuales recursos electrónicos.
O aún más, ¿se percatan de lo que podría ser hoy José María el Mono Gatica, quien con Alfredo Prada protagonizó tantos duelos memorables en el ring?.
No es casual. Y podría decirse que mucho antes que el Roña Castro, la Hiena Barrios, o la Mole Moli disfrutaran de que los rayos catódicos de la televisión generen irresistibles efectos en la gente, Bonavena y Clay fueron adelantados. Intuyeron lo que se vendría, o lo que vendrá, como titula Piazzolla uno de sus tangos.

para los sets de cine
Fuera de las consignas de la televisión, el pugilismo también ha sido un tema atractivo para los cineastas.
Biográficas o de ficción todos los films tienen algún atractivo tratándose del boxeo de uno de los deportes más populares a lo largo de la humanidad.
Pero no es el propósito de esta nota el referirnos a ello, sino al hecho de que también desde el mundo del pugilismo, no pocos boxeadores han cedido a la tentación de exponerse también a una cámara de cine.
Nino Benvenutti (“Vivos o preferentemente muertos”) y Carlos Monzón (“El Macho”) por ejemplo, también incursionaron con sus actuaciones (es una forma de decir) en esa industria del cine que fueron los Spaghetti Westerns.
¿Volverá otro púgil a prenderse en algún set de filmación? Teléfono para Gumersindo Carrasco.

miércoles, 25 de agosto de 2010

El gol que John Lennon nunca pudo gritar


Alguna vez el locutor Juan Alberto Badía tituló una novela suya “El día que John Lennon vino a la Argentina”. En esa ficción la pluma del Beto, acaso uno de los mayores fanáticos de los cuatro fantásticos de Liverpool, traducía en imaginación como el ex Beatle concurría al Monumental de Núñez para presenciar un entrenamiento millonario y mantener un diálogo con Amadeo Labruna y el Beto Alonso.
Solo la imaginación de Badía podía permitirse un lujito semejante. Claro está que el celebrado John jamás pisó la Argentina y tampoco a lo largo de su existencia declaró un gusto especial por el fútbol, o casi. Ya veremos porqué.

Diversidades
Según los biógrafos del mejor cuarteto musical de la historia, el más futbolero de Los Beatles fue Ringo.
Hincha del Arsenal, su abuelo lo llevaba de pequeño a ver los partidos que ese equipo jugaba en Liverpool, la ciudad natal del grupo. Los hijos de Ringo (cuyo nombre real es Richard Starkey) sin embargo tienen abono anual en el estadio Anfield, en donde el Liverpool FC juega de local.
El fallecido guitarrista George Harrison no mostró nunca interés en el futbol. Preguntado una vez, dijo que “en Liverpool hay tres equipos, y yo soy seguidor del otro”.
Del célebre Paul Mc Cartney se sabe que simpatiza con el Everton, como también lo hizo su padre, aunque tampoco hay grandes referencias de su pasión por el fútbol.

Olé, olé, olé... Lennon, Lennon
Muchos suponían que uno de los genios musicales del siglo XX simpatizaba con el Liverpool FC, equipo del que su padre era seguidor. Eso se suponía.
Sin embargo, un dibujo que John hizo a los 11 años, representando una escena del partido que el Newcastle le ganó por 1 a 0 al Arsenal en 1952 demuestra que el pequeño Lennon mostraba interés por otro equipo. Cabe acotar que dicho dibujo fue, en 1974, tapa de su disco “Walls and bridges”.
Una investigación del escritor chileno Néstor Flores sobre los hermanos Jorge y Ted Robledo, quienes nacieron en Chile y de pequeños se instalaron en Inglaterra demostró que Lennon se inspiró en la secuencia fotográfica de dicho gol para realizar su dibujo infantil.
Así llegó a descubrir que el dibujo del futbolista que ilustra la portada del disco de Lennon es Ted Robledo, figura de Newcastle y posteriormente de Colo Colo.
Ni Juan Alberto Badía lo hubiera imaginado mejor. Ni los cientos de fanáticos de los populares Beatles que darían un dedo de su mano porque Lennon hubiera dibujado o cantado algo dedicado al Tomba, La Lepra, el Globo o la Academia de San José.